El prefacio de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que «el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias». Asimismo, el artículo 1 de la Declaración nos recuerda que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».
En este sentido, nuestra tarea es impulsar una transformación hacia una cultura de equidad, basada en valores como la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad. Buscamos rechazar la violencia, prevenir conflictos a través del diálogo y la negociación, y garantizar el pleno ejercicio de los derechos, así como fomentar la participación en el desarrollo de la sociedad.
Para lograr una cultura de igualdad y derechos, se requieren actividades educativas, culturales, sociales y cívicas inclusivas, que brinden a todos la oportunidad de aprender, contribuir y compartir. Es fundamental incluir a personas de todas las edades y grupos en una estrategia abierta, para que la equidad se integre en la propia cultura y se arraigue en el corazón y la mente de las personas. Esto implica un proceso positivo, dinámico y solidario, intrínsecamente ligado a la democracia, la justicia y el desarrollo para todos. Se trata de respetar las diferencias, fomentar el diálogo y transformar constantemente los conflictos en nuevas formas de cooperación a través de medios no violentos.