Hablar de género implica el reconocimiento de que existen relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, las cuales provocan una distribución desigual de conocimientos, propiedad e ingresos, así como obstáculos para el ejercicio de derechos y representación no proporcional.
Cuando se trata de violencia de género, cualquie cifra suele quedarse corta en México. Entre 10 y 11 mujeres son asesinadas al día, la tasa de impunidad supera el 95% y tan solo una de cada 10 víctimas se atreve a denunciar a su agresor por miedo y falta de confianza en las autoridades. Aunado a esto, las mujeres en México enfrentan discriminación sólo por serlo, y ésta va en aumento: 24.5% de la población de mujeres de 18 años y más manifestó haber sido víctima de discriminación según la ENADIS 2022, frente al 20.2% reportado en 2017. Además, esta aumenta si pertenecen a poblaciones vulnerables como la de diversidad sexual y de género, afrodescendiente o trabajadora del hogar.
Tomando en cuenta la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, este viernes 8 de marzo, en Formación Para Todos consideramos vital reconocer las condiciones de opresión que prevalecen hasta el día de hoy, así como la necesidad de superarlas.
Partiendo del paradigma de construcción de capacidades, nuestra Institución opera en torno a intervenciones educativas que, entre otras cosas, buscan un cambio de actitudes y transformación social. La educación, per se, es uno de los principales factores que contribuyen al empoderamiento de las mujeres. No obstante, los sistemas formales de educación también pueden replicar las normas sociales, los valores hegemónicos y sus intereses, dando como resultado la perpetuación de condiciones de desigualdad al reproducir las jerarquías y exclusiones existentes.
Tomando en cuenta lo anterior, nos resulta primordial comprender las dinámicas comunitarias subyacentes de los grupos a quienes servimos. A partir de talleres, clases, e incluso programas de capacitación, frecuentemente procuramos que las mujeres puedan sobreponerse a las causas de su vulnerabilidad, y, así, mejorar la calidad de su participación en los procesos de cambio social. Además, al fortalecer su capacidad de crear o mantener organizaciones que puedan representarles y servirles también abrimos nuevas vías de participación cívica y política para las mujeres.